El altruismo no es un privilegio reservado a los locos, los millonarios o los santos. Es una necesidad real de una especie que se encuentra en peligro de extinción; me refiero, por supuesto, a la especie humana. Lo cierto es que aunque la mayoría es consciente de la grave situación social y ambiental que estamos atravesando, muy pocos son capaces de canalizar esta preocupación en acciones concretas y efectivas.
Lo anterior es perfectamente comprensible, las ciudades se han vuelto una necesidad tóxica para nuestra especie. La cultura, de la cual dependemos para sobrevivir, se ha vuelto en nuestra contra alimentándonos de ideas y productos que son más negativos que saludables.
La mayor parte de nuestras necesidades son creadas y al intentar saciarlas generamos una huella de contaminación sin precedentes. Como individuos, estamos enfrascados en una dinámica a través de la cual empleamos la mayor parte de nuestro tiempo intentando generar el dinero suficiente para vivir un estilo de vida impuesto que deja muy poco tiempo para el altruismo.
Por otro lado, la vida del altruista es azarosa. A menos que tenga dinero o lo haya heredado, siempre está a merced de la buena voluntad de las personas con dinero y esto claramente lo desempodera. Por otro lado, es frecuente que las ONG’s y fundaciones sean utilizadas por criminales de cuello blanco para lavar dinero o mover grandes sumas fuera del país.
Desde esta perspectiva, el camino hacia el impacto social parece muy largo y complicado. Pareciera que primero hay que hacerse de una fortuna para poder realmente hacer algo por los demás. Pues bien, esta disyuntiva desapareció desde que se inventaron las empresas sociales, Juan del Cerro te lo explica con peras y manzanas aquí:
Las empresas B son un modelo de empresa híbrido que mezcla las utilidades con el impacto social. Como dice del Cerro “toman el enfoque en el impacto de las ONGs, al mismo tiempo que toman el modelo de negocio de las organizaciones tradicionales”.
En México, este tipo de empresas están teniendo una aceptación sorprendente y el ecosistema de este tipo de organizaciones crece a un ritmo saludable. Esto se debe a que las Empresas B encuentran un entorno favorable donde una empresa tradicional encuentra un entorno hostil. Debido a que su enfoque es resolver un problema social y trabajar junto con la base de la pirámide, este tipo de empresas suelen empoderarse al resolver los problemas de las comunidades. Para estas empresas más problemas implica más mercado.
En México son cada vez más las organizaciones que están generando maneras creativas de resolver problemas sociales y ambientales en México al mismo tiempo que generan dividendos para sus empresas. En este enlace puedes encontrar algunos ejemplos.
Desde mi punto de vista son el futuro de México debido a que representan una fórmula que empodera a los altruistas y al mismo tiempo valida socialmente, sin necesidad de terceros factores, la atención social y ambiental que tanto necesitamos. Son un excelente vehículo para incentivar el cultivo social del bien común que tanto olvidó nuestro México moderno.
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